Monday, October 31, 2005

Fin del capítulo


Me ha dado vueltas en la cabeza eso de cerrar ciclos, de terminar capítulos. Por distintas razones, hace un buen tiempo atrás la idea de que es necesario, saludable y a veces hasta imprescindible ponerle punto final a ciertas cosas vividas ha surgido y resurgido desde diferentes ángulos en mi vida y también en la vida de algunas personas cercanas.

Par mi es una lección aprendida de chica, a los 17 años ya me permití cerrar un capítulo inconcluso de mi corta vida y desde ahí descubrí que es preferible no dejar círculos sin cerrar.

Resumiendo: tenía como 12 años y estaba él, el Fulano de la escuela de al lado que me gustaba, uno de mis primeros flechazos quizás... Primero las miradas, después las sonrisas y luego los nerviosos “hola” al encontrarnos “sin querer”. Alguien se hizo el amable y nos presentó y así nos dimos permiso de cruzar algunas palabras.

La oportunidad: una fiesta del colegio, por fin nos veríamos fuera del ámbito escolar, cuando él llegó yo bailaba con un amigo, él se enfureció y se fue sin siquiera saludar, por favor recuerden que éramos preadolescentes.

Y se acabó la enseñanza básica, todo un nuevo mundo partía para mi. Cuando habían pasado tres años conocí al pololo de una buena amiga, que resultó ser un ex compañero del Fulano, y tuvo a bien recordar cómo yo le gustaba a este Fulano.
Empezó a gestarse en mi esa incómoda sensación de que las cosas pudieron ser diferentes, y se cruzaban por mi cabecita preguntas del estilo ¿qué hubiera pasado si?... Era algo un tanto molesto a decir verdad, hasta que agarré fuerzas y lo llamé por teléfono, hablamos varias veces, el se mostró feliz de tener noticias mías pero nada se concretó. Yo tenía otros asuntos en esos momentos...
Y llegué a la Universidad y otro mundo totalmente nuevo, diferente, estresante y alocado donde aterrizar.

El escenario: había un concierto en la universidad y fui con unas amigas, no tengo idea de quien se presentaba (tengo memoria de teflón, nada se pega en ella) pero recuerdo perfectamente los apretujones de la multitud y los vivos de siempre que aprovechan estas situaciones, de pronto alguien se pone directamente tras de mi, demasiado cerca para mi gusto y me doy vuelta con la seria intención de gritarle en su cara al fresco un par de verdades, oh sorpresa! era Fulano, cinco años más grande pero igualito a como lo recordaba. ¿Será necesario decir que no le grité nada?

Tuvimos entonces la oportunidad de terminar lo que no habíamos empezado nunca, y así fue, un grato affaire de unos cuantos meses que se desinfló solo, pero que nos dio la tranquilidad de mente de que las cosas simplemente no se dieron entre nosotros.

Lección aprendida, capítulo cerrado.